En
el "Dictionnarie Philosophique" (1764), Voltaire se permitía
llamar la atención acerca de la calamidad que en pleno siglo de las
Luces se había desatado, la creencia acerca de los vampiros. Y atribuía
mucha de la culpa de esta epidemia al ilustre benedictino de la
congregación de S. Vannes y de San Hidulfo, el abate de Senone, el
reverendo padre Dom Augustin Calmet.
En 1746, Calmet se permitió publicar un largo tratado, la
"Dissertation sur les apparitions des esprits et sur les vampires
et revenants", texto que podemos traducir como el Tratado acerca de
las apariciones de espíritus y acerca de los vampiros y revinientes, en
dos volúmenes. El libro logró un amplio éxito.
El Tratado del padre Calmet en su parte dedicada a los vampiros, no deja
de prescindir de los espectros y apariciones; mas puede aseverarse que
es el primer estudio amplio respecto a los vampiros en Europa.
En el texto de Voltaire al que hacíamos referencia, se comentaba un
hecho curioso, que muestra el interés del filósofo por erradicar una
creencia "que provenía de la Grecia cristiana". Traduzco
parte de la argumentación:
"Después de algún tiempo, los cristianos del rito griego imaginan
que los cuerpos de los cristianos del rito latino enterrados en Grecia
no se pudren, porque están excomulgados. Lo cual es precisamente lo
contrario por parte de nosotros, los cristianos del rito latino. Creemos
que los cuerpos que no se corrompen están marcados por el sello de la
beatitud eterna...
"Los griegos están persuadidos que esos muertos hacen sortilegios,
los llaman brucolacas o vrucolacas, dependiendo como pronuncian las
letras del alfabeto. Estos muertos griegos van a las casas para chupar
la sangre de los niños, comer la sopa de los padres y madres, beber su
vino y romper todos los muebles. Sólo se pueden matar quemándolos
cuando los atrapan. Pero debe metérseles al fugo tras haberles
arrancado el corazón, que se quema aparte".
La principal queja de Voltaire, resumamos, es la facilidad con que se
comunican la superstición, el fanatismo, los sortilegios y los cuentos
de revinientes. Mas agrega un dato de interés: sólo se oyó hablar de
vampiros y no de broculacas en Europa a partir de 1730.
Calmet advierte en su opúsculo que el término vampiro proviene de
upyr, que significa en lengua eslava "sanguijuela". Y advierte
que es el nombre que se les da en las regiones de Moravia, Polonia,
Hungría y Silesia, principalmente, a los revinientes.
Asimismo, los lectores de Calmet coinciden en subrayar el interés del
tratadista por hacer un análisis de las circunstancias que favorecían
el origen de las supersticiones en Europa y las diversas narraciones
alrededor del tema, para contrarrestarlas al modo de los grandes
disertadores; sin embargo, su trabajo fue un excelente compendio de las
leyendas que él deseaba desterrar, aunque prevalecieron.
Veamos algunas de las más notables. Una de las más antiguas inspira
ciertamente el opúsculo de Calmet cuando refiere que Charles Ferdinand
de Schertz escribió e imprimió en Olmuz --en 1706-- un pequeño
trabajo intitulado Magia posthuma, dedicada al príncipe Carlos de
Lorena, obispo de Olmuz y Osnabruch.
Relevante de la historia contada por Charles Ferdinand de Schertz
--conforme al tratado de Calmet-- es el siguiente episodio:
Había muerto en un pueblo una mujer. Se le habían administrado los
sacramentos y se le enterró en el cementerio de manera ordinaria. Mas
pasados cuatro días del suceso, los habitantes del lugar escucharon un
gran ruido y un extraordinario tumulto, "y vieron un espectro que
se aparecía, tanto bajo forma de perro como bajo forma de hombre, no a
una persona sino a varias, a las que causaba grandes dolores, apretándoles
la garganta y comprimiéndoles el estómago hasta sofocarlas; casi les
rompía el cuerpo, y los reducía a una extrema debilidad, de suerte que
se los veía pálidos, flacos y extenuados."
El remedio contra estos revinientes era el método explicado por
Voltaire: el fuego. Aunque en una narración posterior, atribuida al
Conde de Cabreras en 1730 se notifica de un segundo procedimiento:
cortar la cabeza. Pero tenemos uno más parecido al método adoptado por
la literatura procede de la misma época, 1730, cuando un comisario hizo
desenterrar a un reviniente y ordenó que con un clavo de gran tamaño
le atravesasen las sienes y lo volvieran a enterrar en su tumba.
Cita Calmet el libro del Marqués d'Argens: las Cartas judías
referentes a 1738 y alude a la carta 137 donde se menciona una epidemia
de vampirismo ocurrida en Kisilova, aldea próxima a Belgrado, donde se
solicitó la presencia de dos oficiales y un verdugo para erradicarla.
Se abren las tumbas, y "cuando se llegó a la del anciano, lo
encontraron con los ojos abiertos, de color bermeja, la respiración
natural, aunque inmóvil como muerto; de lo que se concluyó que era un
vampiro señalado. El verdugo le atravesó el corazón con una estaca,
se hizo una hoguera, y redujeron el cadáver en cenizas."
Por lo general, las historias de vampiros que cita Calmet deben
atribuirse a una publicación o a algún personaje ilustre. Sin embargo
las referencias históricas que permitieran una adecuada interpretación
de las anécdotas pocas veces ocurren: o bien ha muerto el narrador o
contador, o las referencias a los pueblos y personas que involucra la
historia son imprecisos.
Esto no ocurre con Arnold Paul, heiduque de Medreïga en Hungría, quien
fuera aplastado por un carro de heno cerca de 1729. Al mes de su muerte
hubo cuatro fallecimientos súbitos, que debieron atribuirse al vampiro.
En este caso fue sencillo identificar que el culpable era Arnold Paul,
quien alguna vez había relatado que en una época de su vida había
sido atormentado por un vampiro turco cerca de Cassova, en las lindes de
la Servia turca.
Arnold Paul confió en la receta de que para curarse del hostigamiento
de un vampiro debe comerse la tierra de su sepulcro y frotarse con su
sangre. Y ahora él era un vampiro activo. Por ello la autoridad del
lugar hizo clavaran su corazón con una estaca, y se le oyó dar un
espantoso grito. Luego, cortaron su cabeza y quemaron el cuerpo. Se hizo
lo mismo con aquellos que Arnold Paul había atormentado.
Basten estas citas para subrayar la minuciosa colección de ejemplos que
integran el trabajo de Calmet, donde se concentran ciertamente la mayor
parte los comentarios y referencias de la primera mitad de su siglo
respecto a las historias de vampiros. |