

Lord Zephyr
1999
| Una
fría noche, un destello de luz desde la cabaña del señor Patterson,
un lugar inhóspito en la oscuridad de la noche de Balistok, el frío
del invierno Polaco se empezaba a sentir ya en esos días de
Noviembre, como siempre el señor Patterson vigía de esos parajes,
contratado por Sir Draskor, amo y señor de esas tierras, hacía su
guardia acompañado por sus dos fieles lebreles y una botella de
vodka... Desde que nació el vivía en las tierras de los Draskor y ahora el tomaba el puesto de su padre, más de 35 años de vida en esos lugares lo hacían de la entera confianza de el señor Draskor, aunque el señor Draskor desde hace mucho tiempo le había invitado a vivir en la estancia principal, él había preferido quedarse en su modesta cabaña, según él allí nada le faltaba, y se sentía feliz de estar cerca del bosque, todos sabían que desde la muerte de su esposa Marietta, él se había sumido en una profundidad absoluta, en una tristeza que a todos ocultaba, pero era tan notable como la profundidad de sus ojos tristes, para él solo importaban que su escopeta estuviera muy limpia y lista para ser usada, tener todo en orden y permitir que ningún intruso entrase a las tierras del señor Draskor... Pronto llegaría el siglo XX, todos hablaban de lo maravilloso que sería llegar a un nuevo siglo en la gracia de Dios, para él lo único que existía era la gran pena de la promesa jamás cumplida por su amada Marietta. Aunque el señor Patterson llegaba a los cuarenta años, y no faltaban las mujeres que le coquetearan y le buscaran, el se había ensimismado en su tristeza, en su amor, en la falta tan inmensa que le hacía su esposa... - ¿Quién vive?!! Gritó con fuerza el señor Patterson, unos extraños ruidos venían desde el estanque donde siempre todo era tan calmado y visible, una extraña sombra parecía verse en el fondo del estanque alumbrada por los rayos de la luna, él sin dudarlo preparó su arma para disparar sin piedad a quien se hubiese entrometido a aquellos parajes, lo que le pareció fuera de lo común fue que los perros no sintieron aromas extraños, más como apareció la sombra se había ido... En ese momento los perros salieron en busca de una presa invisible, ladrando con rabia, se inmiscuyeron en la arboleda, el señor Patterson, aunque ya viejo tenía muy buena salud, y detrás de sus canes entró a la arboleda, en ese momento escuchó una dulce voz: !William! Hace tanto tiempo no escuchaba su nombre, volteó con rapidez pero lo único que logro ver fue una silueta que se desvanecía en el aire. Reflexionó un poco y lo único que pudo decir fue que sus ojos le estaban engañando... Siguió su ronda como si nada hubiese pasado, sus canes al parecer también habían olvidado lo acontecido, además no era la primera vez que sucedían cosas extrañas en esos alejados parajes, caminando meditabundo llegó hasta la colina, desde allá se divisaba el pueblo, aunque a esas horas todo permanecía dormido y apagado, el recordaba las largas horas que había pasado con su mujer en ese lugar magnifico, desde allí y hacia el otro lado, se divisaba el río y más allá una hermosa cascada, cuantas veces se amaron en la intimidad de ese paraje los ahora separados enamorados... También desde allí se divisaba el cementerio de los Draskor, tumbas hasta de doscientos años atrás se encontraban en ese sitio, una pequeña capilla familiar, y un gran sembrado de abetos, la vista era hasta hermosa, la luna a pesar de que la noche estaba fría permitia ver las sombras de ese lugar, allí en ese cementerio también descansaba la mortaja de su esposa, aunque no en una tumba lujosa si una lapida esculpida con ternura y un mensaje que había salido del corazón del señor Patterson... El casi nunca acostumbraba a ir allí a ese lugar pero esa noche decidió pasar por allá, recorrió a paso lento todo el cementerio, hasta llegar a la tumba lejana de su amada, una lagrima corrió por su rostro y un beso colocado con su mano sobre la lápida fueron el pequeño recuerdo que dejó sobre la tumba. !William! De nuevo escuchó la voz dulce que le llamaba, pero esta vez sin dudarlo respondió: ¿que quieres? Su cuerpo se petrificó, y su alma pareció alcanzar una nueva libertad... Al voltear a mirar se encontró con la imagen de una mujer joven, de cabellos rubios, y una mirada tan profunda y antigua como los ropajes con los que estaba ataviada. El recuerdo de Marietta se le borró de la mente, al ver a aquella dama hermosa en ese lugar tan solitario y a esas horas de la madrugada... - ¿Por qué sabe mi nombre? mi preciada señora... - Eres famoso por estos lugares... - No sé a que se refiere. - Todos hablan del señor Williams, en donde yo vivo. - No entiendo, yo nunca la he visto a usted por estos lugares. - Pero yo si te he visto, desde hace mucho tiempo te veo. -¿Cómo es posible que usted me vea y que yo no? - La verdad aveces va más allá de lo que imaginas William. En ese momento los perros empezaron a ladrar furiosos, pero no atrevían a irse encima de la dama y hacerla pedazos con sus fuertes mandíbulas, pero con una sola orden de silencio de la dama los perro se calmaron y se acostaron a los pies de su amo... Un frío enorme recorrió el alma y la mente del señor Patterson, y solo el silencio prevaleció en su existencia. - Por favor le ruego que se retire de estas tierras. - Pero William ¿acaso no sabes que estas tierras me pertenecen.? - Eso no es cierto, estas tierras le pertenecen al señor Draskor. - Mi nombre es Adeline Draskor, William, yo soy la dueña de estas tierras, yo te conozco desde que eras un pequeño niño. - Adeline Draskor? Eso no es posible ella falleció hace casi 35 años - Eso no es cierto William heme aquí, frente a tus ojos. - Si eso fuera posible tendría más de 60 años de edad, sería una anciana. En la mente del señor Patterson se confundieron muchos recuerdos, pero la imagen de la señorita Draskor era la misma que el recordaba siendo un niño, su carácter fuerte y decidido no le permitió desfallecer ante la aparición de ese fantasma, de ese espectro, de esa mujer que estaba muerta pero ante sus ojos se aparecía como él la recordaba - Usted que se levanta de entre los muertos, ¿por que viene a mi?, ¿Que es lo que quiere? - Esta noche, es mi noche William. - No entiendo sus palabras señorita Draskor. - Si William hoy he venido por ti... - A que se refiere que ha venido por mi, es que acaso usted me va a matar, señorita. - No es precisamente lo que quiero William, quiero que me acompañes a donde yo vivo. - Eso no es posible, yo debo guardar mi puesto y me fidelidad al señor Draskor, su hermano menor. - No le serás infiel y estarás en el mundo que quieres estar, con quien tu quieres estar. - No le comprendo señorita Adeline. - Acompáñame. El corazón le palpitaba fuertemente al señor Patterson, pero con su escopeta en la mano se dispuso a acompañar a la señorita Adeline Draskor hacia donde ella pretendía llevarlo, él la seguía con pasos prudentes, si no fuera por el vestido largo que la dama llevaba puesto él juraría que ella estaba flotando y no caminando, pasaron por la colina y se dirigían rumbo al río, en la mente de Patterson, todo estaba revuelto, el reucerdo de Marietta y la aparición de aquella dama extraña pero que él recordaba... Ella pasó el río sin dificultad, el en eso se dio cuenta que ella si estaba flotando, ella lo llamaba con sus manos de una manera sensual, muy seductora, él parecía embrujado por la belleza de la doncella, y lo seguía a tientas por el río, con los pocos rayos de la luna llena que atravesaban la arboleda. Al momento estuvieron en la cascada, ella permaneció inmóvil, y él terminó por quedarse quieto un poco cansado por la travesía, ella empezó a desnudarse, y el señor Patterson permaneció quieto, ella poseía un cuerpo muy hermoso, blanco como la luna llena, un cuerpo sutil y un rostro harmonioso y perfecto, el señor Patterson no había estado en una situación como esa desde que su esposa había fallecido, el frío que corría en esa madrugada hacia de la vista y el cuerpo de Adeline un perfecto destello de pecado y lujuria, ella lo llamó con una señal de sus dedos, y él acudió a su llamado, ella lo beso apasionadamente y el la abrazó con fuerza, con una fuerza que nacía desde su interior, ella rasgó las ropas de William, y empezó a acariciar su cuerpo bien formado, ella quería poseerlo sexualmente pero en ese instante William se apartó con fuerza, el recuerdo de Marietta lo aslató y lo llenó de un cierto asco hacia aquella dama, el se dio cuenta que esos besos eran falsos, que esas caricias eran fingidas, con su ropa rasgada y medio desnudo quiso huir de ese lugar inmediatamente, le dio la orden a los perros de que atacarán, ellos trataron de hacerlo pero una fuerza descomunal los envió por los aires lejos de allí, el empezó a correr por en medio de la arboleda, atravesó el río como pudo, mojado y semidesnudo empezó a subir la colina, cuando llegó a la cima se dio cuenta que la dama ya estaba allí esperándole, cansado por el esfuerzo físico, se rindió ente ella, esta vez ella no fue amable con él, y aunque él trató de defenderse ella lo dominó, sumió todo su femenino ser en la varonilidad de William, lo poseyó en una manera salvaje, él parecía como si no estuviese allí, como si no existiese, como si en ese momento hubiese perdido todo lo que durante todos esos años de ausencia de su esposa había estado guardando en su ser, él tirado en el suelo, ante la luna llena, se rindió totalmente ante Adeline, de pronto ella con una fuerza maligna y diabólica alzó su rostro hacia la luna, cuando Patterson miro hacia la cara de su domina ya no existía esa dulzura ahora en ella habían salido dos largos colmillos puntiagudos, él como si ya nada importara dejó que la dama clavara sus colmillos en su cuello, ella bebió de él, primero poco a poco y después desesperadamente, ahora él comprendía que las muertes atroces en el pueblo habían sido cometidos por la infame vampireza, él sabía que su hora había llegado, que él momento crucial había llegado, solo le restaba esperar a que aquel ser hermosamente diabólico lo dejara sin una gota de sangre en su cuello. En ese momento hubo un estallido, un enorme chillido que oscureció el ambiente, un sonido tan estridente que oscureció la luna, de repente el pesado cuerpo de la vampiresa fue quitado violentamente de encima de su cuerpo, el cayó desfallecido, pero aun conservaba la vida... De repente William Patterson abrió los ojos, se encontraba en su cabaña acostado en esa antigua cama que alguna vez abarcó a dos personas enamoradas, estaba de noche, los perros permanecían afuera, todo parecía normal, todo parecía haber sido una pesadilla, “ eso es” dijo Patterson, “fue una horrible pesadilla”, en ese momento volteó la mirada, allí estaba ella, su Marietta, su amada esposa, tan hermosa y lozana como el día en el que el mismo la había enterrado, el se asusto, pero ella le dijo en forma muy suave y sutil: -
Calla, dime nada, esta noche ha sido muy larga, no debes
preocuparte.... |
FIN